A través de este testimonio comprendamos cómo Jesús, por intercesión de María, transforma una vida pecaminosa en una vida que busca la santidad.
Hace unos años, siendo más joven, era adicto al alcohol, el cigarrillo y la pornografía. Vivía mi sexualidad desenfrenada, acostándome con cualquier mujer, desde un burdel, hasta con mujeres comprometidas, de esos juegos que ahora llamamos ‘vaciles’.
Era un joven aislado, encerrado en mí mismo, amargado, no dialogaba con mis padres, ni con mi familia, vivía resentido con ellos, era orgulloso, prepotente, egocéntrico, creído y lleno de resentimientos, tenía odio en mi corazón. Recuerdo que mis padres me insistían que fuera a un grupo juvenil de oración, ellos habían sentido en su corazón algo, pero yo no sabía de qué se trataba.
Cuando hice el seminario de vida en el Espíritu, que es un proceso y una serie de anuncios kerigmáticos, mi vida empezó a cambiar. El Señor me sacó del alcohol, me liberó de seguir siendo un joven borracho y ansioso por fumar, mi personalidad había empezado a cambiar. Inicié una formación en la comunidad. Tenía un estilo de joven de Dios y de niño bueno, pero no era ninguno de los dos, más bien era un oportunista de esa apariencia y quería conquistar a todas las chicas de la comunidad. Además, aún me atraía la pornografía y mis noviazgos eran más espacios donde yo me hacía daño y hería con mis actos, no fueron noviazgos santos, eran vacíos afectivos tratando de llenarlos.
Por misericordia de Dios me metí más en las cosas de la Iglesia. Recuerdo que una vez en una asamblea juvenil de la renovación carismática católica, un servidor en medio de la oración se me acercó y me dijo “viene una bendición y un nuevo tiempo para tu vida”.
No tuve más remedio que orar, todos los días oraba por mi salvación y santidad, pues ya había empezado a servir en mi grupo juvenil y no era coherente, me sentía por el piso.
Quería dejar el pecado abundante en mi vida y no podía, incluso, recuerdo que mi cuarto era un lugar de pecado, tenía preservativos escondidos, pastillas anticonceptivas para las mujeres que entraban ahí y tenía imágenes incitadoras a la pornografía. Apoyaba al aborto y junto con la chica de esa época practicamos uno. Me seguía sintiendo indigno y de doble vida, pero aun así seguía orando con la esperanza de algún día salir de todo y poder vivir el tiempo nuevo que me hablaba aquel servidor carismático.
Luego de un tiempo una pareja joven que pertenecen a la comunidad donde yo asistía, me llamaron al celular y me dijeron que tenían que hablarme. Cuando nos reunimos, me dijeron “tenemos un mensaje para ti, tú estás orando por tu salvación y tu santidad, el Señor nos regaló una visión contigo, vimos que te regalábamos lo más preciado de mi corazón, y lo más preciado de mi corazón es mi devoción a la Virgen”. Quedé paralizado pero después de esa conversación decidí investigar y revisar qué significaba aquella devoción.
Cuando supe qué era, me encontré con la maravillosa noticia que la devoción a la Virgen nos ayuda a creernos verdaderamente salvos y nos pone en el corazón deseo de santidad y que todo aquel que la vive, empieza a vivir un nuevo tiempo de bendición.
Dios había contestado mi oración y confirmado la palabra de conocimiento de aquel servidor. Realicé mi proceso de consagración y resulta que en mi consagración mi grupo se llamaba Virgen de Guadalupe y cuando me recibieron, mi mamá de consagración me dijo “Bienvenido hijo, te estaba esperando”.
Era ella, la Virgen Guadalupe, me había hecho un llamado, el llamado de Jesús. Cuando hablé de esto con mi mamá biológica, ella me dijo: “Hijo, nosotros insistíamos en tu conversión porque sentimos en el corazón la voz de Dios que nos decía que rezáramos el rosario por ti” ¿Cómo no creerle? Mi madre biológica, la mujer que me parió, nació el 12 de diciembre, ¿coincidencia? No, era la Virgen Guadalupana, escogiéndome, llamándome, amándome.
Cuando me consagré a Jesús por María bajo la advocación de la Guadalupana, dejé la pornografía, ya no más sexualidad desenfrenada, sentí cómo moldeaba mi personalidad el amor por el Rosario. He sentido cómo sus gracias han estado conmigo, sentí en mi corazón que me decía, soy tu madre, madre del verdadero Dios que te salvó.
Ahora en mi cuarto está su imagen, cambió mi cuarto, ahora hay un pequeño altar en mi escritorio, su imagen me rodea y me incentiva a no pecar. Ella cambió mi vida, yo soy un guadalupano católico renovado.
Ella estuvo en mi conversión desde el inicio, allí estaba Ella y puso en mí, deseo de castidad, deseo de noviazgo santo y de matrimonio santo, promesa que espero desde mi soltería actual.
Ella me hizo provida, defiendo la vida y la dignidad humana. Sigue cambiando mi personalidad, me ha enseñado sencillez y humildad, ha puesto en mí deseos y pasión por servir, fortaleció en mí el carisma de la predicación y ahora desde el movimiento juvenil en que el estoy doy testimonio de ella y de Cristo.
Ha estado conmigo, ha quitado de mi vida lo que no ayuda a mi crecimiento, se ha encargado de mí, me ha ayudado a ser líder para la gloria de Jesús, me ha acercado a Dios, siento mucho deseo por los sacramentos gracias a Ella, me prometió una familia santa y misionera, me sigue mostrando los designios de Dios para mi vida. Dios me bendijo con ella, con mi Morenita, con mi Guadalupana.
Por Carlos Bustillo
Delegado Juvenil Renovación Carismática Católica Barranquilla
carlosbdearco@gmail.com