¿Qué lecturas corresponden a cada año litúrgico?

Existe una diferencia significativa entre las lecturas que se proclaman entre semana (llamados días feriales) y las que se proclaman en los domingos, entre semana siempre tenemos una lectura, un salmo y el evangelio; en domingo tenemos dos lecturas, un salmo y el evangelio.

Pero esta no es la única estructura que debemos tener en cuenta, porque cada tiempo litúrgico tiene características particulares a las que hay que prestarle atención, comenzaremos con el tiempo ordinario por ser el más extenso y luego miraremos los tiempos fuertes.

En este tiempo las lecturas evangélicas feriales (entre semana) se distribuyen en un solo ciclo que se repite cada año. En cambio, la primera lectura (que es siempre del antiguo testamento) se distribuye en un doble ciclo que se lee en años alternos. El año primero se emplea en los años impares; el segundo, en los años pares; 2020 es año II, por ser año par.

Los domingos se proponen los textos más importantes, para que, en un amplio espacio de tiempo, puedan ser leídas ante la asamblea de los fieles las partes más relevantes de la palabra de Dios; cada año hay un evangelista que acompaña la marcha de la Iglesia, así Mateo, Marcos y lucas, se convierten en los Evangelios de los ciclos A, B y C respectivamente, este 2020 corresponde a los domingos en Evangelio de Mateo, es decir el ciclo A, y no solo lo escucharemos en los domingos de tiempo ordinario, sino en todos los demás tiempos.

Vamos ahora con el tiempo de adviento, en este tiempo se leen todos los años las mismas lecturas entre semana, tanto la primera, el salmo y el evangelio, es decir que es un ciclo único, la primera lectura es del antiguo testamento y son casi siempre profecías de carácter mesiánico;  pero en los domingos se proclama las lecturas del Evangelista que corresponda, ya sea Mateo, Marcos o lucas.

Las lecturas del Evangelio tienen una característica propia: se refieren a la venida del Señor al final de los tiempos (primer domingo), a Juan Bautista (segundo y tercer domingos), a los acontecimientos que prepararon de cerca el nacimiento del Señor (cuarto domingo). Las lecturas del Antiguo Testamento son profecías sobre el Mesías y el tiempo mesiánico, tomadas principalmente del libro de Isaías. Las lecturas del Apóstol contienen exhortaciones y amonestaciones conformes a las diversas características de este tiempo.

El tiempo de navidad tiene una característica peculiar, es un tiempo realmente pequeño lleno de las solemnidades de navidad y epifanía, de la fiesta de la sagrada familia, cuyas lecturas se refieren a los misterios que se celebran.

En las lecturas feriales, desde el día 29 de diciembre, se hace una lectura continua de toda la primera carta de san Juan, que ya se empezó a leer el día 27 de diciembre, fiesta del mismo san Juan, y en el día siguiente, fiesta de los Santos Inocentes. Los Evangelios se refieren a las manifestaciones del Señor. En efecto, se leen los acontecimientos de la infancia de Jesús, tomados del Evangelio de san Lucas (días 29 y 30 de diciembre), el primer capítulo del Evangelio de san Juan (31 de diciembre al 5 de enero), y las principales manifestaciones del Señor, tomadas de los cuatro Evangelios (7 al 12 de enero).

El tiempo de cuaresma, comparte las características de lecturas entre semana del tiempo de adviento, es un ciclo único entre semana, las lecturas del Evangelio y del Antiguo Testamento se han escogido de manera que tengan una mutua relación, y tratan diversos temas propios de la catequesis cuaresmal, acomodados al significado espiritual de este tiempo.

Las lecturas dominicales van de acuerdo al Evangelista que corresponda ese año, En los domingos primero y segundo, se conservan las narraciones de las tentaciones y de la transfiguración del Señor, aunque leídas según los tres sinópticos.

En los tres domingos siguientes, se han recuperado, para el año A, los Evangelios de la samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro; estos Evangelios, por ser de gran importancia en relación con la iniciación cristiana, pueden leerse también en los años B y C, sobre todo cuando hay catecúmenos.

En los años B y C hay también otros textos, a saber: en el año B, unos textos de san Juan sobre la futura glorificación de Cristo por su cruz y resurrección; en el año C, unos textos de san Lucas sobre la conversión. El domingo de Ramos en la Pasión del Señor: para la procesión, se han escogido los textos que se refieren a la solemne entrada del Señor en Jerusalén, tomados de los tres Evangelios sinópticos; en la misa, se lee el relato de la pasión del Señor. Las lecturas del Antiguo Testamento se refieren a la historia de la salvación, que es uno de los temas propios de la catequesis cuaresmal. Cada año hay una serie de textos que presentan los principales elementos de esta historia, desde el principio hasta la promesa de la nueva alianza. Las lecturas del Apóstol se han escogido de manera que tengan relación con las lecturas del Evangelio y del Antiguo Testamento y haya, en lo posible, una adecuada conexión entre las mismas.

En el tiempo de pascua tenemos un ciclo único también para las lecturas feriales, la primera lectura es tomada siempre de los hechos de los apóstoles, en el evangelio se leen los relatos de las apariciones del señor y una lectura semicontinua de del Evangelio de Juan, En esta lectura pascual, ocupan una gran parte el discurso y la oración del Señor después de la cena.

Para los domingos se sigue al evangelista que corresponda, hasta el domingo tercero de Pascua, las lecturas del Evangelio relatan las apariciones de Cristo resucitado. Las lecturas del buen Pastor están asignadas al cuarto domingo de Pascua. En los domingos quinto, sexto y séptimo de Pascua se leen pasajes escogidos del discurso y de la oración del Señor después de la última cena. La primera lectura se toma de los Hechos de los apóstoles, en el ciclo de los tres años, de modo paralelo y progresivo; así, cada año se ofrecen algunas perspectivas de la vida, testimonio y progreso de la Iglesia primitiva. Para la lectura apostólica, el año A se lee la primera carta de san Pedro, el año B la primera carta de san Juan, el año C el Apocalipsis; estos textos están muy de acuerdo con el espíritu de una alegre fe y una firme esperanza, propio de este tiempo.

Con este contexto y esta ubicación vamos a aprovechar de mejor manera los tesoros de la sagrada Escritura para nuestras vidas y el crecimiento de nuestras comunidades eclesiales.

Por Jaider Lázaro, Pbro.

Delegado Arquidiocesano Pastoral de Liturgia

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