7 agüeros para conseguir un 2020 lleno de prosperidad

Descubre el gran secreto de una vida llena de la plenitud de Dios
Por Antony Rada
Community Manager Transmetro

Ahora que he logrado captar su atención, recordemos: somos Cristianos y nuestra fe y confianza están depositadas en el Señor. No hagamos de los días de Navidad y fin de año una lista interminable de rituales, signos y símbolos para alcanzar en el nuevo año la prosperidad, la felicidad, la abundancia, el amor, los viajes, y más; nuestra esperanza y confianza debe estar depositada en quien es el centro y protagonista de estas festividades: JESÚS.

  1. Recordemos aquella hermosa frase: “Sin Jesús no hay Navidad”; y si bien en estos días muchos llenan sus navidades de afanes comerciales por los regalos, la ropa, la decoración, y olvidan al verdadero homenajeado de la fiesta, nosotros, fieles católicos, no podemos ignorar que la centralidad de esta fiesta está en el nacimiento del Niño Dios, en el pesebre de Belén en donde es completada la Sagrada Familia. Este es el misterio que debemos contemplar y celebrar: que Dios hecho hombre ha venido al mundo a salvarnos.
  1. ¡Qué lindo que los niños piensen que el Niño Dios les trae sus regalos! Pero también es importante que dejemos de ver al Niño de Belén como quien solo nos llena de regalos materiales y complace nuestros caprichos. Descubramos y enseñemos en familia que Jesús tiene mucho para darnos en estas fiestas (bendiciones, amor, paz, unión familiar, tantas  gracias y dones que podemos pedirle), pero que también, como cumplimentado que es, está esperando que nosotros le entreguemos regalos. ¿O acaso vamos a las fiestas de cumpleaños a esperar que el anfitrión se encargue de enviarnos a casa con las manos llenas de regalos?
  1. Aprovechemos el adviento. Vivamos a plenitud este tiempo que nos regala la Iglesia para prepararnos espiritualmente s la celebración del nacimiento de Jesús. La Eucaristía, la escucha de la Palabra, un buen examen de conciencia, la confesión, la caridad son claves en estos días en los que comenzamos a organizar el pesebre de nuestro corazón para recibir al Niño Dios.
  1. Dispongamos nuestros corazones para el nacimiento espiritual de Jesús. Evaluemos lo que hemos hecho con nuestras vidas, las cosas que hemos guardado en el corazón, y como quien limpia la casa, hagamos un examen de conciencia para limpiar el corazón y sacar de él todo lo que no sirve, lo que nos pesa, lo que nos duele, lo que no nos deja mirar al futuro, lo que no nos deja recibir plenamente a Jesús. Y confiados en nuestra fe, acerquémonos al sacramento de la reconciliación; allí nos está esperando el padre misericordioso para abrazarnos con gran amor y prepararnos para recibir a su hijo.
  1. Familia que reza unida, permanece unida. Así nos han enseñado y así debe ser. Qué bueno es encontrar en la Navidad la mejor excusa para vivir y primeriar la cultura del encuentro al interior de nuestros hogares. Que el rezo de la novena, la Misa de Gallo, la Eucaristía del 25 de diciembre, la eucaristía del Día de la Sagrada Familia, la eucaristía de fin de año, la Eucaristía de Santa María Madre de Dios el primero de enero, sean oportunidad para acercarnos al Dios de la vida en familia y elevar así, unidos, nuestras súplicas y acción de gracias a Él.
  1. Recordemos a quienes hemos marginado en la familia sin darnos cuenta. El abuelito al que no prestamos atención, el joven que decidió independizarse, la tía o el tío soltero que viven inundados en su soledad,  el hermano o primo que se fue de casa luego de una gran discusión, y tantos personajes así que podríamos encontrar al interior del hogar. Jesús al nacer decidió que los primeros en visitarle fueran los humildes pastores, marginados y rechazados por el pueblo, les invitó a celebrar con Él la gloriosa noticia de su nacimiento. Hagamos nosotros lo mismo, invitemos a estas personas al calor de casa, sanemos los resentimientos, superemos los rencores y que prime el amor familiar.
  1. Saquemos los agüeros de nuestra vida, porque el sentido de la navidad no está en uvas, ni en maletas, ni en granos de abundancia, ni en ropa interior amarilla o roja, tampoco está en correndillas en los primeros minutos del nuevo año, o en tener que buscar un billete para tenerlo en la mano al recibir el nuevo año; el sentido de estos días de fiestas está en Jesús, su familia y su amor por nosotros. Vivamos esta Navidad en familia, junto a quienes más no aman, y con ellos preparemos nuestro nuevo año, para iniciar juntos, y de la mano de Dios, el recorrido por el nuevo calendario. 

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